SOLITARIOS, DESPLAZADOS, EXTRAÑOS
“Hay que hacer extrañas las cosas
cotidianas y cotidianas las extrañas” Carlos Marx citado por Gutiérrez Aragón.
Esta frase de Marx, que he visto decir
a Manolo Gutiérrez Aragón varias veces, me parece que enmarca no solo el tema
de esta conferencia, sino todo su cine y casi, casi, su misma persona.
Solitarios, Desplazados, Extraños.
Ese es el título de la charla que me propuso Manuel Hidalgo. No hay duda de que
es muy atractivo, pero ha resultado ser muy complicado porque en la filmografía
de Gutiérrez Aragón TODOS y este todos lo pongo con mayúsculas, son solitarios,
desplazados y extraños. Las tres cosas juntas, o de dos en dos, o una sola,
pero nunca son lo que se entiende por normales.
Cuando
empecé a revisar sus películas, trabajo apasionante que me ha llevado a
recordar las que hacía tiempo no había visto y a disfrutar de nuevo con sus
historias, me di cuenta de dos cosas. Una que me iba a ser difícil estructurar
la conferencia; dos que si todos sus personajes, sus paisajes, sus situaciones,
sus cuentos, eran tan especiales, debía ser por algo. Y entonces lo vi claro:
el más solitario, desplazado y extraño de todos era él mismo. Y para confirmar
esta idea, me bastó con releer el último párrafo de su tercera novela, Cuando el frío llegue al corazón:
Debía dar la vuelta si quería
regresar a Vega, donde me aguardaban.
-Esperadme, amigos. Tengo ganas de
estar con vosotros, de música y baile, de alegría.
Pero seguí paseando en dirección
contraria.
Voló un pájaro rezagado y empezaron
a oírse los sonidos incomprensibles de la noche. Avisos y llamadas.
No di marcha atrás, proseguí,
continué.
Y continúo.
Y continúa.
Así que, sin entrar en una
biografía si que voy a destacar los rasgos que en su vida dan un poco, solo un
poco, que para eso es extraño, las claves de sus personajes.
Gutiérrez Aragón es:
Solitario, a pesar de trabajar casi
siempre en colaboración.
Desplazado, nunca ha dejado de ser
un hombre del norte en el centro.
Extraño, él y su cine han sido
siempre objetos no identificados en el panorama español.
¿Solitario? Se preguntarán los que
le conocen y saben que siempre ha trabajado en colaboración, que el cine es una
labor de equipo y que además es una persona sociable, amable y curiosa. Pues
si, a pesar de todo esto, GA es un hombre solitario. Con una tendencia desde
pequeño a no involucrarse demasiado. Quizás más que solitario, debería utilizar
el adjetivo, Observador. A GA le gusta mirar a su alrededor y no tomar
demasiado partido. Ni siquiera, ahora que sale la palabra partido, cuando era
miembro activo del Partido Comunista de España, en el que militó por entender
que había que cambiar las cosas, pero en el que siempre fue un poco outsider.
Solitario
también y desplazado porque desde los seis hasta los veinte años vivió separado
de sus cinco hermanos pequeños, en otra casa. Primero por la enfermedad que le
convirtió en un niño aislado en medio de un mundo de adultos, cuidado por las
chachas que le contaban historias de fantasmas y de maquis en casa de una tía
con la que se quedó a vivir mucho tiempo. “Siempre he sido un huésped en casa
de otros”, explica en sus múltiples entrevistas. Lo de ser un desplazado le
viene de herencia, ya que sus abuelos eran cubanos (su abuela al menos)
instalados en el frío norte de España donde suspiraban por el sol, la arena y
el mar azul claro del Caribe mirando el azul cobalto del Cantábrico.
El norte le
ha condicionado, el norte lluvioso, de nieblas, de bosques, de hadas y duendes.
“Pienso que hay una cultura del norte, que es distinta en este mosaico que es
España. La fachada cantábrica nos hace tener un temperamento distinto”,
afirmaba cuando quería explicar el porqué de su cine. Y añadía una frase de Pilar
Miró con la que se sentía muy identificado: “30 años esperando a ser europeos y
ahora resulta que somos mediterráneos.” No, él nunca ha sido mediterráneo. El
mediterráneo, implica luz, sol, vida al aire libre, griegos y romanos. El viene
de un mundo celta, de druidas, de fuegos en el hogar alrededor del cual contar
cuentos de miedo. El paisaje condiciona tanto como las personas. O más.
Para el
joven Manolo, la provincia era oscura, lluviosa y negra. "Cuando llegué a
la adolescencia estuve callado casi un año. Mi familia pensaba que me estaba
volviendo loco, o tonto. Había sido un alumno brillante y ahora no podía
comunicarme. Fue espantoso. Simplemente, no me decidía a pronunciar las
primeras palabras, a romper el silencio. Supongo que es un fenómeno que aparece
en la adolescencia y luego se pasa. Bueno, a mí no se me ha pasado del todo. No
es extraño, pues, que mi primer filme fuera Habla, mudita". Tampoco es extraño que años después hiciera
una película, Malaventura, donde el protagonista se queda callado frente
al dibujo del fondo de un plato.
Está claro que necesitaba salir de
allí. Y se fue a Madrid.
Y en
Madrid, sumó a la condición de solitario y desplazado, la de extraño.
Matriculado en Filosofía y Letras de cara a sus padres, empezó a estudiar casi
en secreto en la Escuela Oficial de Cine. Criado en una familia conservadora,
se metió en política en la clandestinidad. Pero si nunca fue un perfecto niño
conservador y católico, tampoco fue nunca un miembro obediente del PCE. Iba por
libre, como buen solitario. Era heterodoxo, como buen desplazado. Siempre se
sintió fuera de lugar. “Cuando llegué a Madrid”, contaba, “me matriculé en
Filosofía y Letras porque me gustaba escribir. La universidad era un hervidero
político. Ingresé en el PCE. En esa época éramos pocos y muy mal vistos,
cabíamos todos en la misma mesa. Yo lo hice por deber moral, pero en cuanto se
legalizó el partido en 1977, me fui porque el deber moral había desaparecido.
Siempre fui un infiltrado: en la escuela de cine porque quería ser escritor, en
la facultad de letras, porque estudiaba cine. Siempre he estado donde no se
debe”. En Filosofía, era el del cine, en la Escuela, era el escritor, en todas
partes sospechoso para sus compañeros. No hay duda de que de esta permanente contradicción
nacen muchas de sus historias de personajes que están donde no deben estar y
hacen lo que no tienen que hacer.
Contradicciones: por ejemplo, le
gustaba mas la literatura alemana, Thomas Mann, que la francesa, Marcel Proust;
por ejemplo le gustaba mas el cine de John Ford, aunque se sentía mas cerca de
Jean Renoir; por ejemplo, leía con mas interés Film Ideal que Nuestro Cine.
Empezaba ya a moverse en el terreno fronterizo de los placeres solitarios: la
pintura, el cine, la música, la lectura. El realismo fronterizo de las ideas
que le ha llevado a desembocar, ahora que se supone ha dejado el cine, en la
escritura de novelas, cerrando un círculo casi perfecto. Manolo el director de
cine, un extraño entre los novelistas, Manolo el escritor de novelas, un
extraño entre los cineastas.
Ya hemos establecido que era
solitario, desplazado y extraño. Estas tres condiciones se podían ver compensadas
por, los amigos, los maestros, los colaboradores. Pero un raro, tiende a
rodearse de raros.
Primer raro
José Luis Borau. El maestro
Borau era profesor en la Escuela de
Cine. Un profesor raro. Siempre enfadado. Muy duro con sus alumnos, pero con
una intuición increíble para descubrir potenciales. Aunque te suspendiera. Como
fue el caso de GA. Borau no encaja en ninguna definición. Ni su vida, ni su
cine. Ni como persona, ni como cineasta. ¿Le puede sorprender a alguien que el
joven cántabro y el maestro aragonés se hicieran amigos en sus peleas y
discusiones? De estas peleas salió una película extraña, no, extrañísima, Furtivos, escrita por los dos, dirigida
por Borau, interpretada por Ovidi Montllor, el alimañero, el primer solitario
de su filmografía. La amistad siguió con sus discusiones. Y apareció Camada negra. Y siguió en el tiempo,
hasta llegar al juez Alcántara de Malaventura, un juez que solo podía ser
Borau. Borau, que cuida mucho que la raya de su pantalón no se pierda y que es
el único que puede hablar sin acento andaluz y además no tiene que sudar. Borau
creía que era un error de casting que Manolo le hubiera elegido para ese
personaje, pero no. Su extrañeza de desplazado incluso físicamente, con su
envergadura recorriendo la noche sevillana, llena el personaje de una
ambigüedad muy propia. Y además ¿no es el único padre posible para Rocío/Iciar Bollaín,
una de las actrices que mejor ha entendido su mundo y su narrativa?
Segundo raro
Luis Megino. El amigo
Manolo Gutiérrez y Luis Megino se
conocieron en la Escuela de Cine. Se hicieron amigos. Aunque tardaron en
trabajar juntos y solos, Megino ya estaba en la trastienda de las
colaboraciones con Borau y en la primera
película de Manolo, Habla mudita.
Pero ¿era raro Megino? Si. Era solitario, tanto o más que Manolo, quizás por
haber sido también un niño enfermo. "Un día", cuenta Megino,
"empezamos a hablar en grupo de las neurosis que afectan a nuestra
generación, y se me ocurrió preguntar cuántos, entre los presentes, habían sido
niños enfermos entre los cinco y los diez años. Salieron un montón, aparte de
Manolo y yo mismo. ¿Y qué hace un niño enfermo, condenado a la inmovilidad,
sino observar lo que ocurre a su alrededor?". Luis era también un
desplazado, no por venir del norte a Madrid, donde había nacido, sino
precisamente por todo lo contrario, por estar suspirando por el norte donde finalmente
ha acabado viviendo: Berlín en invierno, siempre en un hotel; Asturias en
verano. Extraño. Bueno, eso es más relativo, pero si tenemos en cuenta que
Megino sostiene que la película que mas le gusta de las que han hecho juntos es
El corazón del bosque, entendemos que
un poco extraño si es. Megino está detrás de todas las películas de Manolo
Gutiérrez entre 1979 y 1988: Sonámbulos,
El corazón del bosque, Maravillas, La noche más hermosa, Demonios en el jardín,
La mitad del cielo, Malaventura. Y vinculado a Megino hemos de hablar de
otro personaje outsider que estuvo muy cerca de los dos en una época. Iván
Zulueta, autor de los preciosos carteles de Camada
negra, Sonámbulos, El corazón del bosque, Maravillas, Demonios en el jardín.
Hasta aquí, la vida real, o la
realidad: es decir, él. Para entrar en materia del tema de la charla, voy a
empezar por algo que es intangible. El paisaje. Porque el paisaje también puede
ser solitario y extraño. Desplazado es más difícil, pero a veces incluso es un
paisaje desplazado en el cine de este hombre que mira la naturaleza como un
espacio vivo con sus propias reglas.
Antes de seguir una aclaración: paisaje
no es sinónimo de naturaleza. El paisaje puede ser natural o urbano. Una ciudad
es también paisaje. Así que vamos a hablar primero de
PAISAJES naturales, o ambientes
rurales.
"Habla, mudita, mi
primera película, y La vida que te espera, una de las últimas, se
desarrollan en un ambiente rural. Aunque vengo de un mundo urbano, el rural ha
sido fundamental en mi vida. Siempre me resultó más plástico el ambiente rural
que el urbano porque permite aislar a los personajes de un ambiente cotidiano y
ordinario. Lo mítico está en los montes y prados donde se puede poner más
fantasía". Más claro el agua de los ríos que también circulan por su cine.
Las montañas y los bosques enmarcan sus historias. Las montañas de Los Picos de
Europa donde rodó con grandes dificultades Habla
mudita antes de aprender que “puedes hacer un bosque con unas ramas y una
sábana”.
La montaña es
el espacio de la mudita y su hermano y el último carabó, y la abuela que hace
sopas. Las montañas de La vida que te
espera, son un poco diferentes, son menos salvajes, mas antropológicas. En
estas montañas pasiegas se cuenta el cuento de un padre bueno que parece malo,
de dos hijas que se quieren, de un ogro malvado y un príncipe que salvará a la
bella durmiente. La montaña está atravesada por un túnel que conecta dos
mundos, el territorio del cuento y el territorio de la realidad.
El bosque fantasmagórico,
soñado, con su propio lenguaje y sus propias claves, es el centro, el corazón,
donde se esconde el Andarín. “El bosque”, dice GA, “es un acertijo, un lugar
extraño, un laberinto. Un bosque donde vive la bruja y el ogro. Un bosque que
destruye, da de comer y aniquila”. El bosque es solitario, el bosque es
extraño. Un bosque es también un espacio
de transformación. En el bosque está el árbol sincrético de las religiones
antiguas y las nuevas de Feroz. También
está en el bosque la cueva y el rio donde se produce la alquimia entre hombre y
oso. En el bosque se aparece la virgen a los visionarios convirtiendo un
espacio de placer y transgresión (José y su novia buscan el bosque para hacer
el amor) en un espacio de milagro. El bosque está ahí al lado de la
civilización, tocando, rozando otra realidad. En ese sentido es a veces un
bosque desplazado que se retrae, se esconde ante el avance de los coches, de
los cazadores, los incrédulos. Pero el paisaje puede no ser mágico cuando la
historia lo pide, o mejor dicho mágico de otra manera. En El rey del río, el agua que corre es algo más que un rio, es el
lugar donde vive el famoso pez que representa el poder, la supremacía. Es
también el lugar donde acabar con la racionalidad: César deja que el psicoanalista
se ahogue en el rio sin ningún remordimiento.
Hay una película que simboliza como
ninguna otra la extrañeza de los paisajes: La
mitad del cielo. En realidad esta película que se sitúa prácticamente en el
centro de su filmografía es la que sirve de engarce de paisajes y espacios y
personajes. Empieza en el norte, en una zona
rural; hay una abuela que camina con zuecos y guarda la sabiduría de los
tiempos remotos, una maga que simboliza la vida, ella es la fuente del agua que
alimenta, es el fantasma salido del bosque que lleva un soplo de esa oscuridad
a una ciudad que está en la frontera y se desplaza de lo antiguo a lo moderno. La mitad del cielo es sin duda una
película referencial que nos sirve para enlazar con los
PAISAJES urbanos, pueblos y
ciudades
Casi la mitad de sus películas son
rurales, la otra mitad urbanas. Claro que urbano no quiere decir solo ciudad.
Urbano es todo el espacio habitado. Un pueblo es urbano. Es urbano el pueblo
imaginado donde el niño Juanito contempla el mundo desde su cama de enfermo en Demonios en el jardín; es urbano ese
extraño pueblo sin personalidad donde el maestro conoce a Pablo antes de
convertirse en oso en Feroz; es urbano
el pueblo escondido donde Rosa conoce al afilador en La mitad del cielo; es urbano el pueblo refugio donde bailan Val y Rai,
en La vida que te espera. Los pueblos
no son solo pueblos, las ciudades no son solo ciudades en una filmografía como
la suya que está siempre en la frontera. Pero, ¿puede una ciudad, un pueblo,
ser solitario, extraño, desplazado? Si. Puede. Todo depende de cómo se use, de
cómo se mire.
Madrid por ejemplo. Madrid es el
espacio de la acción de seis de sus películas.
Veamos si es solitario:
En Camada negra nos enfrentamos a un Madrid desnudo, un Madrid de
extrarradio habitado por personajes aislados. Un Madrid de cuento, donde hay un
castillo encantado dominado por una bruja malvada en el que vive la camada de
lobos bajo el mando de una madre dominante, un castillo fantástico lleno de
animales que protagonizan el momento más extraño de la película la noche en que
se quedan sueltos por sus jardines y habitaciones. Un Madrid de frontera con un
campo cercano y anodino, sin alma, un espacio perfecto para un asesinato sin
sentido.
En La noche más hermosa, encontramos un Madrid inventado, pintado como
un forillo en el que nadie es lo que parece y todos son solitarios perdidos en
sus decorados, buscando en el cielo la posibilidad de vivir una noche más
hermosa.
Veamos si Madrid es extraño. Si, y
mucho, en Sonámbulos. Toda esta
película es extraña, y el Madrid que se evoca, no tanto el que se ve, es el de
una pesadilla poblada de fantasmas y duendes: la biblioteca, el teatro, la casa
de la madre, el hospital. Madrid puede ser un lugar inesperado en la memoria de
Ana, la sonámbula que vive siempre al lado de un armario inquietante.
También encontramos un Madrid
extraño, desplazado incluso, en Maravillas.
Esa casa laberíntica que es un espacio misterioso y peligroso; esa azotea fantástica
donde Maravillas tiene que superar la prueba sobre el abismo, “quien tiene
miedo cae, quien es valiente llega a su destino”; esas calles luminosas en las que los niños
perdidos, que no marginados, encuentran las piedras que les guiarán en su
viaje. Y sobre todo ese Madrid judío y teatral que aparece como si
Maravillas/Alicia se hubiera escapado a través del espejo a un mundo donde las
reglas están cambiadas. Maravillas es
una película mágica y criptica, en la que la vida real no existe y todo pasa en
el terreno de la imaginación. Los lugares son reales, pero lo que pasa es un
sueño. Todos los personajes viven alguna forma de aislamiento, reclusión o
incomunicación.
En La Mitad del cielo, como todo en esta película, el espacio urbano y
el rural son equidistantes en función de
su protagonista “Película abstracta, La
mitad del cielo es un ejercicio cinematográfico en el que la manera de
narrar contradice y enriquece lo que se narra, provocando un equilibrio nuevo y
sorprendente por su modernidad. Convierte lo oculto en evidente, lo indirecto
en directo, y otorga así un revés poético a imágenes prosaicas” decía el
director. Es cierto, Rosa es solitaria y sociable; Rosa está desplazada e
integrada; Rosa es extraña y dominante. Madrid es el marco ideal para este
personaje, uno de los más ricos de su filmografía. La mitad del cielo es el mejor ejemplo de la frase que encabeza
esta conferencia: “Hay que hacer extrañas las cosas cotidianas y cotidianas las
extrañas”.
Aun tenemos otro Madrid, el de Cosas que dejé en La Habana. No es un
Madrid solitario, pero si es un Madrid desplazado que busca sustituir sus
propios paisajes por la añoranza de La Habana y también es un Madrid extraño en
el que los cubanos intentan encontrar su lugar.
Dos ciudades mas son importantes en
el cine de Manuel Gutiérrez Aragón y a las dos se les puede dar los adjetivos
de esta charla. Sevilla en Malaventura;
San Sebastián en Visionarios y Todos estamos invitados.
Hacer de Sevilla, la ciudad de la
luz y la alegría, un espacio de melancolía, de sensación de estar siempre donde
no debes y de extrañeza ante el mundo, es algo que solo puede hacer alguien al
que se le ocurre escribir un relato que se llama Sevilla en el fondo del mar. La tristeza y la alegría están muy
cerca, rozándose, en esa Sevilla soñada en este film maldito y precioso.
San Sebastián representa la
modernidad, la ligereza, la vida frente al mundo rural, cerrado, ancestral y
milagroso de Visionarios. La función
de la ciudad en este film es la de hacer evidente el desplazamiento de los
valores tradicionales. En Todos estamos
invitados, descubrimos otro San Sebastián, el del miedo, la cobardía, la
intolerancia. Una ciudad que desplaza y aísla como apestados, a los que no
encajan en sus márgenes. Una ciudad que convierte en extraños a todos: los
justicieros y los justiciados.
SITUACIONES
Antes de adentrarnos en los
personajes, me gustaría destacar una situación absolutamente cotidiana, normal
e indispensable para la vida que en manos del cuentista GA se convierte casi
siempre en extraña: comer.
En todas, o casi todas, sus
películas, se come. Pero el acto de comer nunca forma parte de una cotidianidad
asumida. No quiero que esto se convierta en una lista de comidas y películas,
así que no especificaré en que film aparece cada comida, lo deducirán
rápidamente, pero si la extraña situación en que se produce.
Las sopas espurriadas, son en
realidad un conjuro mágico que prepara la abuela de la mudita para Ramiro, el
editor, unas sopas de ajo asquerosas con propiedades mágicas.
Los callos, plato que detesta GA,
es el símbolo de la domesticación y educación del cachorro de lobo fascista.
Cuando Tatin sea capaz de comerse los callos estará preparado para matar.
Todos odian las lentejas, pero
todos las comen pensando que a los otros les gustan. No hay nada más raro que
comer lentejas en una biblioteca o cerca de un armario omnipresente que siempre
está en el escenario donde se mueve Ana, la sonámbula.
Maravillas castiga a su padre de
muchas maneras. Una, la más humillante para Fernando, es obligarle a comerse
una pescadilla enroscada. Él se venga robando yogures, y compartiendo un huevo
frito en una de las secuencias más surrealistas de todo su cine.
El niño enfermo es caprichoso, solo
come lo que quiere. Es un pequeño tirano. La abuela, esa abuela que todo lo
controla, que desprecia a sus hijos y a las mujeres de sus hijos, pero adora al
nieto enfermo, le hace una tortilla de patatas que acaban comiéndose los
miembros del coro que rodean al niño, el médico, el cura…
Un oso come cosas de oso: bayas,
leche, nueces. Pero también comparte una taza de té. Todas las imágenes de
Pablo, el oso, son impactantes en su extrañeza.
En un mundo de decorados, de publicidad,
de falsedad, el dormido Federico se alimenta prácticamente de yogures. A lo
mejor eso justifica su languidez y su cara de acelga.
GA detesta los callos es decir la
tripería, los menudillos, y sin embargo hace que Rosa se convierta en dueña de
un puesto de casquería en un rincón escondido del mercado, un rincón refugio,
rodeada de comidas detestables.
No hay muchos peces en su cine,
pero hay uno muy importante, el rey del rio, el salmón gigantesco que se cocina
en los fuegos de la gran mansión y se comparte a pesar del mal que incuba.
Comer es un acto de solidaridad, de
compañía, de compartir. Por eso los cubanos comen juntos ese guiso cubano, el
ajiaco que simboliza un momento de nostalgia para unos, de vergüenza para otros
(la tía, desplazada y extraña entre sus propias gentes).
Hacer una película en San Sebastián
invita a hablar de sus hermandades de cocineros, de gustos atávicos y cerrados
donde los hombres se reúnen para cocinar y comer juntos en un ritual ancestral,
excluyente y amenazador.
He dejado para el final la leche y
sus derivados, la nata, el queso. GA odia la nata y no le gusta la leche, y sin
embargo, o a lo mejor por eso, la leche está en el centro de tres de sus
películas emblemáticas. En el corazón del
bosque, la leche y el pan son el hilo que une a Amparo con El Andarín; en La mitad del cielo, la nata untada en el
pan es la huella de la abuela y su sabiduría; en La vida que te espera, la leche es el símbolo de la naturaleza, de
lo vivo, de lo que cuenta. Vanessa, la vaca, es casi tan protagonista como Val
y desde luego mucho más que Genia, la hermana pequeña que le pone música
oriental mientras la ordeña para que de mas leche.
SOLITARIOS, EXTRAÑOS, DESPLAZADOS
Estoy a la mitad de esta charla y
todavía no he hablado de los personajes. Creo que ya toca. Empezaba diciendo
que me había sido difícil estructurar este texto porque es muy fácil caer en
las listas. Intentaré evitarlo todo lo que pueda.
Si nos atenemos a la definición de solitario
en el diccionario de la lengua, encontramos estas tres definiciones
1
Se aplica al lugar que está desierto o que no está
habitado.
1
Se aplica a la persona, animal o cosa que está sola o que no tiene compañía.
2
Se aplica a la persona a la que le gusta estar sin
compañía.
De las tres, la que mejor encaja
con los solitarios de GA es la tercera: personas a las que les gusta estar sin
compañía, incluso aunque estén rodeados de otras personas.
La definición de extraño nos da
como resultado: De nación, familia o profesión distinta de la que se
nombra.
Raro, singular.
Que es ajena a la naturaleza o condición de otra de la cual forma parte.
Es evidente que la que cuadra mejor
con sus personajes es la segunda: raro o singular.
En cuanto a desplazado
Se aplica a la persona que no se adapta a las condiciones
en que vive o las circunstancias que la rodean.
Inadaptado.
Las dos nos sirven para definir sus
protagonistas, seres inadaptados a las circunstancias que viven.
Asi que empecemos por el principio:
Empecemos por Ramiro, el editor, un
solitario. Aunque vive con su familia en un hermoso lugar, su vida no se
interrelaciona con ellos en ningún momento. Ramiro habla solo para sí mismo.
Nadie le escucha y él tampoco escucha a nadie. Cuando la niebla le envuelve y
le hace perderse en el monte, sale ya en el territorio del cuento: el mundo de las
vacas, la mudita. Ramiro es el último carabú del bosque. Ramiro también es un
desplazado. Representa a esos intelectuales que no encuentran su sitio ni en la
familia, ni en el monte, ni con su mujer ni con la mudita. Ramiro es extraño,
un hombre de palabras que quiere que una chica muda hable. La mudita y su
hermano no son solitarios ni desplazados, son extraños. Son seres al margen.
Viven en la naturaleza, no tienen límites.
Tatin, el joven lobo de la camada negra
es el personaje mas triste de todos los que ha escrito GA. Tatin es solitario
porque los demás le hacen serlo, le marginan, le separan. Tatin es extraño
porque no está integrado en el grupo. Es un desplazado en ese castillo gótico
lleno de voces religiosas de un coro de desplazados. Por eso Tatin se siente
atraído por Rosa, que es más una mujer sola que solitaria. Rosa no es extraña
ni está desplazada. Rosa sabe muy bien cuál es su sitio: es la Blancanieves al
revés, la princesa que se adentra en el castillo de los siete enanitos donde
vive la bruja malvada para despertar al héroe dormido. Lo que no sabe Rosa es
que cuando le despierte, la matará.
Ana es el personaje más solitario,
extraño y desplazado de todo su cine, Sonámbulos
es la película mas extraña y desplazada de toda su filmografía. Ana está
enferma, se va a morir, pero antes, duerme y sueña, vive en el sonambulismo. Es
una bella durmiente a la que no despierta nada, ni siquiera esa extraña carga
de policías a caballo en la biblioteca. Ana es un juguete en manos del duende
de los libros, el que abre la puerta de los cuentos y tiene las llaves del
armario del espejo sin reflejos donde está el libro de todas las cosas y la
llave del cajón de las sorpresas.
En el corazón del bosque todos
están solos. Juan está solo frente a una naturaleza hostil, Juan se duerme en
el bosque y cuando despierta ya no sabe dónde está. Juan está desplazado de su
centro, el motor que le ha llevado hasta allí: matar al héroe herido, acabar
con el mito. En ese mundo de fantasmas y de ensoñaciones, de nieblas y de
misterios, solo Amparo conserva cierta carnalidad. Amparo existe, los demás son
solo espectros.
Maravillas es, para mi, uno de sus
mejores personajes. Maravillas no es solitaria, al contrario. Maravillas vive
en red con los chicos de la calle y está conectada a su padrino, Solomón. Maravillas no es
extraña, ella entiende muy bien ese mundo en el que su padre si es un solitario
y extraño y esta desplazado en el tiempo y en el espacio. Maravillas no está
desplazada, conoce cuál es su sitio en la telaraña de relaciones que unen a los
judíos, con los ladrones, a Chesman con Mortadelo y Filemón, a Pirri con Miqui.
Maravillas es el centro de todo. Entonces, porque la coloco en esta enumeración.
Porque toda la película merece los tres adjetivos. Maravillas es un planeta
solitario en el universo GA; Maravillas es un film extraño en su filmografía,
Maravillas es una película desplazada en el tiempo, como el personaje de
Fernando, una película antigua y moderna a la vez. Maravillas es un sueño
porque se vive como se sueña.
Demonios
en el jardín es aparentemente la más normal de sus películas, la
más narrativa. Y sin embargo encontramos en ella todo el repertorio de
soledades, extrañezas y desplazamientos. Ángela, la primera. Ángela es solitaria,
vive en una casa aislada con su hijo Juanito. Ana, la segunda, Ana es solitaria
entre la gente. Vive con la familia pero en realidad no se relaciona con nadie,
solo con Juanito. Juan, el padre de Juanito,
es un inadaptado y siempre está fuera de lugar: tanto en la casa, como en su
trabajo de camarero del Generalísimo. Este es el triángulo que da cuerpo a este
falso melodrama, “una típica historia de abismo de pasiones, eso
tan habitual, y tan desgarrador, de que siempre te fijas en quien no te
conviene” decía Luis Megino. Toda la historia está llena de situaciones
extrañas: el toro irrumpiendo en la iglesia el día de la boda; la cama de los
tesoros que se traslada a la tienda de comestibles o a la calle como una
alfombra voladora en un cuento de las 1001 noches. Juanito es el punto central
de esta nueva tela de araña tejida por la abuela castradora, implacable en su
dominio de las dos madres de Juanito, Ángela, la verdadera, cariñosa, dulce,
cálida, como un vaso de leche caliente; Ana, la sustituta, distante, tentadora,
ardiente como un vaso de whisky. Entre las dos se mueve el alter ego de GA
recordando su infancia de niño enfermo, de niño solitario, de niño desplazado,
de niño extraño.
Si Demonios en el jardín es aparentemente la más normal de sus
narraciones, Feroz es aparentemente
la más extraña. ¿Qué puede haber más extraño que un oso que habla, que vive
como un ser humano, que trabaja con un ordenador y quiere conducir un coche? Un
oso enamorado que nunca ha dejado de ser un hombre encadenado. Pablo es un ser extraño
y desplazado. Pero Pablo no es un solitario. Al contrario. Pablo/oso quiere
estar con la gente, quiere compartir su vida con otros, quiere dejar de ser
raro. Y eso le hace aun más extraño. El
que sí es un solitario es Luis, el maestro, el guía, el demiurgo de esa
transformación, el hombre empeñado en domesticar a la fiera para poder
controlarlo. La gran contradicción de esta película fallida y sin sentido es
que siendo como es la más fantástica de su filmografía, es la más convencional
en su realización. No hay misterio, no hay magia, no hay cuento. “Casi es la menos mágica de las mías. A pesar de que
el tema se prestaba más a un tratamiento fantástico, la película es casi
hiperrealista. Pienso que ese era el reto. Un reto “osado” que consistía en
tratar un tema fuera de lo normal con un sentido muy realista, muy naturalista.
Yo sé que la gente hubiera preferido un tratamiento mucho más misterioso, pero
a mi me gusta sorprenderme y basta que un tema se preste a una manera de
hacerse para que busque otro enfoque”, decía GA en una entrevista de la época y
añadía: “Un oso es un oso. El oso tenía una doble vertiente
que me interesaba. Es un animal que expresa ferocidad, fortaleza y salvajismo,
pero por otra parte es algo dulce y tierno. Los niños siempre tienen osos de
peluche. Eso me gustaba”, explicaba GA.
En su siguiente película, La noche más hermosa, hay un personaje
que encaja en las tres definiciones. Federico, el directivo de televisión, es
solitario, aunque nunca esté solo en la imagen, porque no entiende a
nadie de los que le rodean. Es extraño, porque es raro y singular, al menos en
su apariencia, vestido casi toda la película con un pijama que de alguna manera
delata su condición de soñador, de desplazado de la realidad que intenta
comprender. La noche más hermosa es
una película artificiosa, falsa, de decorados y luces de neón. Una historia
donde nadie es lo que parece y todos están fuera de su sitio.
Ya hemos dicho antes que La mitad del cielo es una película
importante. Por muchas cosas y una de ellas porque en este film fundamental
encontramos un personaje que es y no es al mismo tiempo. Rosa es el primer
personaje que es las tres cosas y sus antítesis. Es solitaria, pero está
rodeada de gente y depende de la gente, especialmente de sus dos ayudantes
inmutables, el limpiabotas y Ramiro, el guía que la conduce en el laberinto del
mercado. También Rosa es el punto que une a la abuela fantasmagórica y a la
nieta que ha heredado sus poderes. Ella es el nexo entre el pueblo y la ciudad
a través de esas dos hermanas escapadas del cuento de la Cenicienta.
Rosa es extraña, nunca se ajusta a
los comportamientos establecidos, pero busca la normalidad y la consigue. Vive
entre el amor/devoción a Don Pedro, el jefe de abastos, un personaje, éste si
solitario; el amor físico a José, el joven bueno en el que cree encontrar la
normalidad imposible; y el odio a Delgado, el hombre que quiere dominarla. Rosa
está desplazada de su lugar de origen, el pueblo, el bosque, el mito, pero
consigue hacerse un sitio propio en medio de la ciudad, el mercado, el
restaurante.
Malaventura, es con Maravillas, mi película favorita de GA.
Es una película maldita que salió fuera de su tiempo, desplazada. En Malaventura hay cuatro seres solitarios
que flotan en la noche sevillana tropezando entre sí, encontrándose,
perdiéndose: Manuel, el chico que un día se queda mudo delante del dibujo de un
plato; John, el inglés llegado del frío que no entiende que hace en esa Sevilla
supuestamente luminosa, un personaje que tiene un extraño sentimiento
de culpa y deambula como si no fuera de este mundo; el juez
Alcántara, perdido sin su hija y perdido entre las calles y la música de la
ciudad; y Rocío, la chica que los une a los tres: hija del juez, amor imposible
de Manuel, enamorada de John. Toda la película es como un mandala de personajes
extraños. Toda la historia está vivida desde la ensoñación y la melancolía de
Manuel sumergido en una hipnosis de tristeza. “Estar triste en Sevilla es peor
que estar ciego”, dice el juez Alcántara, un personaje tan triste como Manuel.
Hay mucha gente en esta película. Las calles están llenas, los bares están
llenos, pero está claro que se puede estar solo entre la multitud. Pensamos en Sevilla, explica Gutiérrez Aragón, porque necesitábamos una ciudad que
fuera muy ritual, que se rigiera mucho por los ritos de las horas del día y por
los ritos del calendario.
Tras el paréntesis de El Quijote, del que no vamos a hablar
aquí porque ya ha habido una charla específica sobre ése tema, y separado profesionalmente
de Luis Megino, GA emprende un camino nuevo. O no tan nuevo. Nuevo en cuanto a
escenarios, una Galicia bucólica y luminosa, nuevo en cuanto a actores, menos
Landa que venía del Quijote, todos son nuevos para él; nuevo en cuanto a
historia, escrita en colaboración con Rafael Azcona. Esta película es en sí misma una anomalía, una dualidad. Desde la
propia estructura del guión contado dos veces con cambios que conducen a
diferentes soluciones. Pero veamos si hay solitarios, extraños y desplazados.
Si los hay y mucho. Cesar no es un solitario claro, es un solitario disfrazado.
Hijo de dos madres, Carmen y Elisa, se mueve entre dos mujeres, su medio
hermana, Ana, el mejor personaje de la película, una auténtica solitaria, una
bruja hermosa y protectora y Elena, la novia sin personalidad. Está también
entre dos hombres: su medio hermano Fernando, un solitario claro y su padre
adoptivo, un Landa silencioso que vive
en su tristeza de un amor imposible. César es un extraño en ese espacio que no
es el suyo donde no acaba de encontrar su sitio porque está desplazado, fuera
de centro. “De algún modo, me identifico con César” dice GA. “Yo soy una
persona que no me quiero enterar de las cosas, me dejo querer, es algo así como
buscar la inocencia culpable”.
Cosas
que dejé en La Habana es la primera del díptico cubano de GA. Rodada en
un Madrid caluroso y veraniego, no hay en ella ni un solo personaje solitario.
La soledad es un concepto muy difícil de encajar en un universo de inmigrantes
que dependen todos unos de otros. Y más si estos inmigrantes son latinos de
sangre caliente, ritmo de guaguancó y comidas picantes, como los cubanos. No
hay solitarios ni extraños, bueno uno si, el extrañísimo personaje que hace
Fernando Merino, especie de protector/explotador de Igor/Perugorria. Lo que si
hay y muchos, son desplazados. Todos están desplazados, fuera de lugar. Y diría
que además de desplazados, están trasplantados. Unos, como Igor o Violeta, intentan
adaptarse al nuevo terreno, aunque no dejen de suspirar por esa Habana
inventada, soñada más que real. Otros parece que se han integrado, la tía, pero
en cambio crecen con deformaciones internas con heridas sin cerrar. Escrita con
la colaboración de Senel Paz, GA se asoma por primera vez a un colectivo que le
es muy ajeno, no hay nada personal en este film. A no ser, el lejano deseo de
volver a sentir cerca algo de esa Cuba de sus antepasados que sigue latiendo en
su sangre norteña. Otra de sus rarezas.
Aunque para rareza la que sería su siguiente
película, Visionarios, la única
escrita en solitario por él mismo, con la “colaboración” y lo pongo entre
comillas de José, uno de los protagonistas que supuestamente le contó la
historia. José nunca existió, pero la historia si. Las apariciones de la virgen
en un pueblo perdido de Euskadi durante la república anunciando la catástrofe
que se avecina, la guerra, le da pie a GA para contarnos un cuento de
solitarios: Usua, la visionaria, José, el maestro; de extraños: los niños
iluminados parecen abducidos por el alien virgen que solo ellos ven, y
desplazados, Usua misma es una chica que viene de otro sitio, José pertenece a
la ciudad, San Sebastián, no al pueblo. Visionarios
es un ovni dentro de los ovnis que son casi todas sus películas.
Poco después de hacer este extraño
cuento, GA volvió al Quijote pero esa película y ese personaje, como la serie
que hizo sobre el caballero de la triste figura, no voy a hablar aquí. Si me
corresponde hablar de la que sería su última participación en un festival
internacional, el de Berlín, que cayó fascinado a los pies de las vacas y los
campos de La vida que te espera. “Lo
que no se habla se borra” afirma el personaje del padre que interpreta Juan
Diego. Lo que no se habla, de nuevo el silencio de la mudita, se borra. En este
film lleno de luz, de sensualidad y de leche, hay varios seres solitarios: el
padre, sin duda, callado y protector; Val, la hija guapa, la hija que se
sacrifica; Genia, la hija rebelde y sin embargo la mas sensata. Y desde luego
Rai, el peluquero, protagonista de una de las secuencias más raras de todo su
cine. Luis Tosar haciendo de peluquero es algo muy, muy raro. En cambio, no hay
desplazados en este film donde todos saben cuál es su sitio y porqué están ahí.
Ni extraños, a no ser la vaca Vanessa que necesita música oriental para dejarse
ordeñar. Ella sí que es rara.
Una
rosa de Francia es la única película que GA ha rodado fuera de
España. En Cuba, en su Cuba ancestral y añorada desde el fondo de su alma. “Tenía
ganas de oír hablar cubano, de sentir cubano. En Cuba reconocí olores, sabores,
sonidos que tenía en mi memoria interna, placeres sensitivos”. Quizás por eso
esta película está desplazada en si misma. La mirada de un norteño sobre la
Cuba soleada no puede ser real ni verdadera, así que GA, con ayuda nuevamente
de Senel Paz, se fija en una Cuba que ya no existe. Bueno si existe
físicamente, porque la isla entera se quedó anclada en los años cincuenta,
antes de la revolución. No hubo necesidad de construir decorados, bastaba poner
la cámara en la calle y allí estaban los años cincuenta. Los protagonistas de
este cuento caribeño son cuatro, los cuatro solitarios, los cuatro extraños,
los cuatro desplazados: un capitán de barco que trafica con personas a las que
asegura la tierra prometida, Estados Unidos; un joven aventurero que no tiene
raíces ni compromisos; una adolescente hermosa que guarda su virginidad en una
casa que es el cuarto personaje. Porque en esta Cuba inventada, la casa donde
viven las chicas que no son putas, sino vírgenes a la espera de ser vendidas,
se convierte en el cuarto personaje.
Queda solo una película para acabar
el recorrido de los personajes solitarios, extraños y desplazados. Una película
importante que cierra un ciclo de casi cuarenta años haciendo cine. Una
película comprometida, valiente y arriesgada y por eso mismo desplazada y
extraña. Es la confirmación de la soledad de GA en un cine español que no suele
acercarse a los temas lacerantes de la actualidad política de nuestro país. Al
menos no así. Historia de un dormido, el amnésico Josu Jon, que no recuerda
haber matado a nadie; y de un paralizado, Xavier, el hombre amenazado, los dos
solitarios en medio de la multitud. Historia de dos extraños entre los suyos:
Josu Jon entre sus compañeros de lucha armada, y Xavier entre sus supuestos
amigos de la cuadrilla de la sociedad gastronómica. Historia de dos
desplazados. Josu Jon en el hospital; Xavier en la Universidad. Todos estamos invitados es una de esa
películas que deberían revisarse para no olvidar que nuestro país ha vivido
épocas y no tan lejanas en la que lo extraño era la vida normal.
He llegado al final de este
recorrido y solo me queda aclarar que durante el mes que he pasado revisando
sus películas, releyendo sus novelas, y sumergida en sus entrevistas, he
acabado yo misma sintiéndome como uno de sus personajes: solitaria, era un
trabajo que hacía sola; extraña, el resto del mundo me sonaba a raro y
desplazada de la realidad que me rodeaba. Ahora, una vez terminado el texto
espero volver a la normalidad, si es que eso existe.
Gracias por su atención
San Lorenzo del Escorial, 29 de junio, 2016
Muchísimas gracias Nuria, me encanta y fascina còmo escribes y los temas que tratas tan de mi gusto. "La mitad del cielo" es mi película española favorita, si es que es posible decir eso, me descubres al GA total y toda su filmografía y sus libros.
ResponderEliminarUn verdadero placer para disfrutar, soy una cinéfila, lectora, etc empedernida, el arte me nutre y soy feliz tanto sola como acompañada, así que encantadísima de conocerte. Seguiré tu blog. Chapò 👍🌹😊