viernes, 23 de septiembre de 2011

JACQUES DEMY

TETRALOGIA DEL NOROESTE
“Toda creación está hecha de presente, de pasado y de futuro, de cosas que se han conocido o encontrado… ” (Jacques Demy)
-Presente, el de la realización de las cuatro películas.
-Pasado, el del propio Demy evocado en cada una de estas cuatro películas.
-Futuro, el que se va construyendo de una a otra, el que vivimos ahora mismo como presente de un pasado de Demy que pensaba el futuro.

Un cuento en cuatro partes
1. Lola (Lola, 1960). Lola es una cantante de cabaret que espera la vuelta de su amor de adolescencia, Michel, mientras sale con el marinero americano Frankie. Roland Cassard, amigo de la infancia de Lola, la encuentra por casualidad el día que ha decidió irse de la ciudad y ha conocido a Madame Desnoyers y su hija Cécile. (Nantes, primavera 1955)
2. Une chambre en ville (Una habitación en la ciudad, 1982). Madame Langlois alquila una habitación a Gilbaud, uno de los obreros en huelga en la ciudad y novio de Violette. Edith, hija de Madame Langlois, combate la frustración de su matrimonio prostituyéndose en la calle donde conoce a Gilbaud. Entre ambos surge un amor apasionado y destructivo. (Nantes, otoño 1955)
3. Les Parapluies de Cherbourg (Los paraguas de Cherbourg, 1963). Geneviève vive con su madre Madame Emery en Cherbourg donde tienen una tienda de paraguas. Geneviève está enamorada de Guy que debe irse a la guerra de Argelia. Geneviève no tendrá paciencia para esperarlo y aceptará casarse con Roland Cassard. (Cherbourg inviernos de 1957 a 1963)
4. Les Demoiselles de Rochefort (Las señoritas de Rochefort, 1966). Las gemelas Solange y Delphine sueñan con el amor perfecto sin saber que está ahí mismo, cruzándose con ellas. Su madre Madame Garnier regenta el Café de la Plaza. Todo sucede el fin de semana en que se celebra en la ciudad una feria popular. (Rochefort, verano de 1966)
Me gusta la idea de pensar las cuatro películas de Jacques Demy ambientadas en la costa del noroeste de Francia como una única unidad argumental. Contarlas como si fuera un cuento. “Había una vez…”
Había una vez un niño que vivió en Nantes toda su infancia y adolescencia. Su padre tenía un garaje en el número 9, allée des Tanneurs, su madre peinaba a las vecinas. Su abuela paterna tenía un Café en Pontchateau, la otra abuela era costurera y le ayudaba a vestir las marionetas que construía él mismo. El niño pasó miedo durante la guerra por culpa de los bombardeos. En la posguerra creció en una ciudad de provincias. Ya adolescente pudo ver a Lola y Frankie saliendo del cabaret Eldorado una luminosa mañana de primavera; seguramente compraba comics en el mismo Tabac donde la pequeña Cécile conoce a Frankie y quizás chocó con ellos en los autochoques de la feria del Cours Saint-Pierre; Jacquot podía ser un joven apresurado subiendo las escaleras del Pasaje Pommeyrade para ver una película en el Cine-Club en el momento en que Roland Cassard ve bajar a Lola y va hacia ella. Y casi seguro compartió butaca en el cine Katorza con el triste y aburrido Roland mientras ve Return to Paradise (Retorno al paraíso, 1953) de Mark Robson, una historia de amor sublime que sucede en la lejana isla de Mareva a la que ambos soñaban llegar algún día. Cada uno a su Mareva particular, es decir hacer cine en el caso de Jacques, escapar de la rutina en el caso de Roland.
Lola está rodada en el verano de 1960, pero la acción sucede unos años antes probablemente en la primavera de 1955. Veintidós años después, en 1982, Jacques Demy vuelve a Nantes para contar una historia ambientada a principio del otoño de 1955. La Nantes luminosa y feliz del cuento de hadas que es Lola, se ha transformado en la Nantes oscura y sombría de la tragedia que es Une chambre en ville. En 1955 Demy vivió en primera persona la lucha de los obreros de los Astilleros que mantuvieron una huelga durante mas de cuatro meses y se enfrentaron violentamente a los CRS en las calles del centro de la ciudad, concretamente en la Rue du Roi-Albert encerrada entre la Prefectura de Policía y la Catedral, dos ejemplos de la opresión ideológica y autoritaria de la burguesía de provincias. Demy hace varios años que vive en Paris, pero justamente el otoño de ese año, cuando las huelgas llegan a su fin, Demy no está demasiado lejos de Nantes. Se encuentra en La Chapelle-Basse-Mer, en los paisajes que le acogieron durante la guerra cuando sus padres le mandaron con su hermano a casa de un fabricante de zuecos para alejarlos de los bombardeos aliados. Demy está rodando su primera película. Porque él no es un obrero de la metalurgia, él es un obrero del cine. Le Sabotier du Val de Loire (1955) se rueda mientras los metalúrgicos luchan en Nantes. Y es esa lucha la que evoca Une chambre en ville, cruzada con los recuerdos de la época en que su padre trabajaba en los astilleros, antes de la guerra y que le sirvieron para escribir un esbozo de novela abandonado precisamente cuando se marchó a París. Años después retoma la idea de la novela para transformarla en una ópera, un melodrama ambientado durante las revueltas obreras de 1955 en la que ya aparece el amor destructivo y feroz de la burguesa Edith y el obrero Gilbaud. Lejos queda la dulzura romántica de Lola, ahora lo que domina es la pasión posesiva de la desnuda Edith bajo su abrigo de pieles. Lejos está la luz de primavera que ilumina el Passage Pommeraye, escenario de momentos felices en medio de gente que se afana arriba y abajo; ahora el Pasaje es un laberinto oscuro y amenazador, prácticamente vacío que alberga la muerte agazapada en una sombría tienda de televisores.
Solo unos meses separan la ficción, mas de veinte años separan la realización. Tiempo suficiente para que Demy haya pasado de un estado de ánimo a otro, para que su visión del amor haya ido del amor caballeresco que hizo comparar Lola a un cuento de hadas…
“Un caballero (cow-boy, ex GI) vestido de blanco, sobre su blanca cabalgadura (Cadillac) busca una joven princesa (Lola) a la que ama. Maleficios innumerables (la guerra, los malvados) los han separado. El caballero seguirá su búsqueda sorteando los obstáculos del azar. Al final los amantes se encontrarán en una cueva encantada (el cabaret Eldorado) y juntos para siempre, partirán en el gran caballo blanco hacia el Edén americano.” Paul Guimard. (1)
.. a la exaltación sin pudor del amor físico en todo su esplendor pasional,
“Las palabras se quedan vacías para expresar sentimientos tan fuertes. Amo su piel, su olor. Amo su fuerza. Amo su dulzura, su risa. Esta ahí a dos pasos, me hace falta. Necesito que me toque. Necesito que me posea” (Edith en Une chambre en ville)
Nota (1) Guimard, Paul, en el prólogo de Jean-Pierre Berthomé, Jacques Demy, les racines du rêve, Nantes, L’Atalante Editeur, 1982, pag. 12
Lola se desarrolla en el Nantes del siglo XVIII, soberbio y elegante, de colores blancos y espacios abiertos. También en el Nantes portuario del Quai de la Fosse donde se encuentra el Café Naval; y en el Nantes burgués del Teatro Graslin y el Cine Katorza. Sin olvidarnos del Nantes marinero de Court des Cinquante-Otages y la Rue Abreuvoir con sus escaleras empinadas. Une chambre en ville, en cambio, solo se entiende en el rígido marco del centro militar de la ciudad, con una estructura geométrica, autoritaria, de altos edificios sombríos que bordean la Rue Roi-Albert donde vive encerrada Madame Langlois, madre de Edith, aristócrata venida a menos y viuda de un coronel, obligada a alquilar una habitación a un obrero de los astilleros al que respeta mas que a los burgueses de provincias representados por otro encarcelado social, Edmon Leroyer, el marido impotente y mezquino de su hija.
Como vínculo entre ambos Nantes, el alegre y blanco de Lola, el oscuro y dorado de Une chambre en ville, encontramos un espacio de referencia obligada, el Passage Pommeraye, preciosa galería comercial cubierta construida a finales del siglo XIX. Centro vital de la ciudad donde se encontraba el Cine-Club y donde el pequeño Jacques compró su primera cámara precisamente en la tienda que en Une chambre en ville es escenario de la trágica muerte de Edmond ante los ojos horrorizados de Edith. Tienda que no por casualidad vende televisiones, el gran enemigo del cine, y en la que comprobamos que está pendiente la reparación de un televisor de Madame Desnoyers, personaje principal de Lola que nos sirve para situar en el tiempo la fecha de la acción de la primera película. El futuro ha construido el pasado.
Hay mas lugares en la ciudad de Nantes que unen ambos films, ambas historias. El Cours Saint-Pierre, en el que el pequeño Jacques descubre el teatro de Guignol como cuenta Agnès Varda en Jacquot de Nantes (1991), espacio de la feria a la que acuden Frankie y Cécile en una secuencia de Lola que ahora mismo algunos directores no se atreverían a filmar por miedo a ser acusados de pederastas, hasta ese punto ha llegado la auto represión que vivimos actualmente. El Cours Saint-Pierre es también el escenario del primer encuentro entre la dulce Violette y Gilbaud, en Une chambre en ville, cuando ella aun cree que ambos tienen un futuro juntos. El segundo encuentro entre la pareja se desarrolla en un espacio muy distinto: el Mercado Bouffay en el momento de cerrar, metáfora de una relación que termina enmarcada por las columnas pintadas de azul por Bernard Evein, cómplice y artífice del mundo imaginario de Demy en todas sus películas y el principal responsable del juego de blancos y negros que llenan el universo de Lola: vestido blanco de Lola, vestido negro de Madame Desnoyers; traje blanco de Frankie, traje negro de Roland Cassard. Aunque la idea de que Lola se pasee por las calles de Nantes con un escueto vestido de cantante apenas cubierto por una ligera gabardina, es del propio Demy que retoma el concepto cuando en Une chambre en ville lo lleva hasta el extremo de hacer que Edith se pasee toda la película desnuda bajo un abrigo de pieles.
Estos son los dos polos de una historia separada por pocos meses en la ficción, por veintidós años en la realidad. Pero el cuento continúa. Al final de Lola los personajes principales se marchan de la ciudad hacia un destino incierto: Lola se va con su amado Michel en el Cadillac blanco, en busca de un paraíso soñado en Estados Unidos donde vivirá una segunda vida en Model Shop (1968), rodada ocho años después en San Francisco. A Roland Cassard le vemos caminando en el puerto hacia el barco que le llevará a Ámsterdam, primera etapa de su futuro como traficante de joyas. Poco antes hemos visto a Frankie y los soldados americanos partir hacia Cherbourg para coger el barco que los devolverá a casa. Y es a Cherbourg donde escapa la pequeña Cécile, seguida de su madre Madame Desnoyer.

En Cherbourg situará Demy el tercer capítulo de su cuento, o si se prefiere, la tercera estrofa de su Cantata del Noroeste ¿Por qué Cherbourg? Demy solía retirarse a escribir a la Isla de Noirmoutier, al norte de Nantes. Durante uno de sus retiros fue a visitar Cherbourg, una ciudad que le gustaba por la sonoridad de su nombre y por la situación en la punta mas septentrional de Francia. Llovía, (en realidad no lo sé, pero me gusta pensar que llovía), mientras paseaba por sus calles mojadas disfrutando de una ciudad llena de encanto romántico. Fue el descubrimiento de una tienda de quincallería y un garaje que le recordaba el de su padre en Nantes, lo que desencadenó la historia de Les Parapluies de Cherbourg . En el presente de su vida habían pasado tres años entre Lola y Les Parapluies de Cherbourg , en el presente de su historia han pasado dos años cuando encontramos a Geneviève y su madre, Madame Emery, calcos de Madame Desnoyers y Cécile, ¬la jovencita que ahora es una amiga de Geneviève. Madame Emery es la tercera madre con hija y sin padre en el cine de Demy. Todas ellas tienen un antecedente común en el personaje de Madame D de Les Dames du Bois de Boulogne (Las damas del bosque de Bolonia, 1945) de Robert Bresson. Madame Desnoyers y Cécile es la primera; Madame Langlois y Edith sería la segunda; Madame Emery y Geneviève la tercera y Madame Garnier y las gemelas Solange y Delphine, les demoiselles de Rochefort, la cuarta.
Pero volvamos a Cherbourg, volvamos a la romántica y rubia Geneviève enamorada de Guy, un mecánico de coches que su madre no aprueba. Ellas forman parte de la pequeña burguesía de provincias, Guy forma parte de la clase obrera. A Madame Emery le gusta mucho mas Roland Cassard, el viejo conocido de Lola, un hombre acomodado y tranquilo. El triángulo de amor imposible está servido. Mejor dicho el cuadrado, porque a ellos hay que sumar la figura callada y tímida de Madeleine, una Violette menos decidida que adora en silencio a Guy.
Esta vez Demy pudo poner música y color a su historia. Y con la ayuda de su fiel Evein y de Jacqueline Moreau, encargada de diseñar el vestuario acorde con los espacios pintados y decorados sobre los escenarios reales, consiguió que Cherbourg adquiriera una atmósfera de irrealidad con figuras que cantan su amor casi infantil y su dolor casi adulto. El puerto, como en Nantes, como en Rochefort, juega un papel fundamental. En el puerto pasean Guy y Geneviève soñando con un futuro juntos; en el puerto cantan Geneviève y Roland planeando otro futuro muy distinto. Los marineros forman parte del paisaje, igual que los paraguas de colores que llenan la ciudad.
Por primera vez Demy dilata su historia a lo largo de seis años entre 1957 cuando una adolescente Geneviève se ve separada de su amado Guy, y embarazada y asustada, traiciona a su amado casándose con Roland. La historia acaba en 1963, cuando ambos viven en un futuro que nunca planearon: Guy al lado de Madeleine en una gasolinera que evoca la felicidad de la infancia de Jacques y Geneviève sumida en el aburrimiento de una mujer condenada a ser una burguesa insatisfecha toda su vida. Nada queda de aquel amor que parecía indestructible, solo el silencio y la indiferencia.
El final de Les Parapluies de Cherbourg deja el sabor amargo del fracaso de los primeros amores que no llegan a cumplirse. Guy asume el provincianismo de la pequeña burguesía frente a la tristeza parisina que desvela Geneviève cuando se reencuentran una noche de invierno y no saben que decirse uno a otro. Demy era consciente de que este final no era un final feliz, y por eso pensó en prolongar el personaje de Guy en su siguiente película Les Demoiselles de Rochefort contando como, después de perder a Madeleine y su hijo, Guy se entrega a la desesperación hasta que es rescatado por Etienne que le convierte en parte fundamental de su troupe de artistas. Por suerte Nino Castelnuovo no pudo hacer el papel, y la película salió ganando con la aparición del personaje de Bill. Me pregunto cómo pensaba el director resolver el espinoso asunto de la cojera de Guy en una compañía de baile, seguramente sería solo cantante. El caso es que al no contar con él, lo que queda es el relato de Etienne cuando recuerda como encontró a Bill en una calle de Cherbourg llorando un fracaso personal y le animó a unirse a la troupe de comediantes que recorre los pueblos y ciudades cantando en plazas y fiestas.
Pero me adelanto. La cuarta parte del cuento, la mas feliz, la mas rica, la que marca el momento de mayor esplendor de Demy, empieza a gestarse casi al final de Les Parapluies de Cherbourg gracias sobre todo a su éxito inesperado. Por fin Jacques podrá hacer un verdadero musical. Para conseguirlo necesita un escenario muy determinado. Nantes no sirve, hay que buscar otro puerto en una ciudad que tenga una estructura fácil para filmar y mover a los bailarines, una ciudad con muchas esquinas, porque a Demy le gustan las esquinas. Y sobre todo, que tenga una gran plaza. Cuando Demy ve la Place Colbert de Rochefort con su suelo de cuadrados regulares, sabe que ha encontrado el centro vital de su historia. Evein se encargó de convertir la ciudad militar y geométricamente ordenada en un inmenso decorado natural pintando 40.000 m2 de fachadas, transformando edificios y tiendas, y creando de la nada el Café de la Place. La Place Colbert acabó de decidir a Demy, pero ya antes Rochefort le había robado el corazón gracias a su puente del transbordador sobre el río Charente, gemelo del que había en Nantes, destruido en 1958. Puente que por cierto Evein quería pintar enteramente de rosa ante el horror de las autoridades locales.
Verano de 1966. A la ciudad llega un grupo de bailarines para participar en la Feria que se celebra en la Place Colbert, dominada por el Café de Madame Garnier, madre de las gemelas Solange y Delphine, dos hermosas jóvenes que sueñan con encontrar el hombre ideal y vivir un amor sublime. Durante un fin de semana de encuentros y desencuentros, la vida de Madame Garnier y sus hijas, se trenza con la de Simon Dame, Andy Miller y el marinero/ pintor Maxence, ante la mirada de los dos bailarines que ejercen de coro de la historia. Demy vuelve a centrar su historia en pocos días, un fin de semana. Pero si los personajes de Lola soñaban con partir hacia mundos lejanos; los de Les Demoiselles de Rochefort deben su felicidad a retornos inesperados: el de Simon Dame, que ha vuelto a la ciudad donde conoció a su gran amor para abrir una tienda de música; el de Andy Miller, el compositor americano que busca recuperar los recuerdos de su juventud; el de Etienne y Bill, recién llegados aunque sea solo por dos días. En contrapartida hay tres personajes que sueñan con irse a París, las dos hermanas que esperan encontrar el amor de su vida sin saber que está ahí, al lado mismo, en las calles de Rochefort, y Maxence el marinero, que al acabar su servicio militar se marcha de la ciudad pensando en hallar su amor ideal. Al final, cuando casi todos hayan encontrado su pareja, Maxence se cruzará con su futuro en forma de camión donde viaja Delphine. Final feliz.
Demy hizo tres películas mas después de Une chambre en ville, pero no volvió a filmar en el Noroeste, en el paisaje que alimentó su vida y su cine. Murió en 1990 a los 59 años de edad. En 1991, Agnès Varda le devolvió a Nantes en la recreación Jacquot de Nantes; dos años después, en 1993, Varda volvió a Rochefort con Catherine Deneuve para celebrar los 25 años de Les Demoiselles de Rochefort y para inaugurar la Avenida Jacques Demy y la Place François Dorleac en recuerdo de los dos grandes ausentes. Su memoria está viva en Nantes que ha creado una Ruta Demy siguiendo los principales lugares relacionados con su cine.
Empezaba este artículo con una frase de Jacques Demy, lo quiero acabar con otra frase suya:
“Siempre he amando la historia de Nantes, su violencia, su pasión. Viví de pequeño, en 1936, las primeras manifestaciones de la multitud contra la autoridad. Con doce años sufrí la guerra. Cuando sentí sobre mi cabeza los bombardeos del 16 de septiembre de 1943, tuve una visión de Nantes guerrera, dantesca, abominable. Esto volvió a suceder en 1955. Es en Nantes donde he vivido los momentos mas extraordinarios de mi existencia: toda mi familia está allí, allí he vivido muertes, matrimonios. Todas las cosas esenciales me han pasado en Nantes”. (J. Demy)

(texto publicado en el libro Jacques Demy editado por Filmoteca Española y el Festival de san Sebastián 2011)