(texto de la ponencia del Simposio La electrificaciòn y el territorio celebrado en Barcelona y Tremp entre el 8 y el 12 de mayo)
Es una verdad tan obvia,
que casi da vergüenza enunciarla: el cine existe porque existe la electricidad.
Es cierto que las primeras máquinas eran manuales y se iluminaban con gas, pero
si el cine llegó a ser el espectáculo por excelencia del siglo XX, fue gracias
a la electricidad.
Dejando de lado las relaciones
técnicas indispensables, se pueden establecer muchas líneas argumentales entre
cine y electricidad. Historias que nos cuentan como el hombre ha ido conquistando
la naturaleza para conseguir dominar las tinieblas, tener luz en definitiva.
Thomas
A. Edison en el cine
El primer vínculo surge
con los biopics de Thomas A. Edison, uno de los inventores indiscutibles de la
electricidad. A él le debemos, entre otras cosas, el invento de las bombillas
que cambiaron la vida de la gente. Edison fue también uno de los padres del cine
con sus famosos aparatos Kinetoscopios.
En 1940, nueve años después de su muerte, Hollywood se
propuso hacer un homenaje al inventor norteamericano más importante para la
industria del cine. Se planteó un díptico que abarcaría la vida entera de
Edison. El primero, El joven Edison, dirigido
por Norman Taurog, estaba protagonizado por un jovencísimo Mickey Rooney y
contaba cómo, desde niño, Edison tuvo la curiosidad de experimentar con todo lo
que tenía cerca, la dificultad de registrar su primera patente, la imaginación
en el juego de espejos que se inventó para ayudar en una operación que sufrió
su madre. El guión, igual que el de la continuación, Edison el hombre de Clarence Brown, estaba escrito por Hugo Butler,
uno de los mejores guionistas de la época, hombre de izquierdas perseguido
durante la lamentable caza de brujas del senador McCarthy.
En Edison el hombre,
Spencer Tracy asume el papel de un anciano Thomas Edison, que desde sus 82 años
recuerda en distintos flashbacks los momentos más importantes de su vida, su
llegada a Nueva York con 22 años y sus primeras dificultades y logros como
inventor.
Thomas A. Edison tuvo una aparición gloriosa en un
capítulo de los Simpsons titulado The Wizard of Evergreen Terrace
donde el espíritu del inventor intenta que Homer no le robe sus inventos.
El cine en realidad tiene una deuda pendiente con este
personaje fundamental en la historia de la humanidad y del propio cine. Hace
años que se habla de un proyecto que nunca acaba de cuajar. El último en
tenerlo en sus manos ha sido J.J. Abrams, el genio creador de Perdidos o Fringe. El guión se titula Menlo
Park por ser el lugar donde Edison vivió y desarrolló la mayor parte de sus
inventos.
Otro proyecto sobre la figura del famoso inventor está en
manos de Ben Stiller, en este caso, la historia se centraría, según un anuncio
promocional, en “los acontecimientos conocidos como la "Guerra de las
corrientes", que tuvieron lugar a finales de la década de 1880 y que
enfrentaron a Edison y Westinghouse por hacerse con el control y dominio del
mercado de la generación y distribución de energía eléctrica. Una lucha sin
cuartel en la que Edison defendía la corriente continua, mientras que
Westinghouse defendía las bondades de la corriente alterna.” Tanto uno como
otro, están aún lejos de convertirse en realidad.
La
electricidad es magia
La electricidad tiene
algo (mucho) de magia. Por eso está ligada a los espectáculos de magia. O al
menos es lo que cuenta una interesantísima película de Christopher Nolan
titulada El truco final, /The Prestige,
realizada el 2006 con Hugh Jackman y Christian Bale como dos magos rivales que
buscan en la luz y los efectos mágicos que produce los trucos más
espectaculares de su carrera. Magia, sin duda, magia que atrae a los magos del
film de Nolan y hacen de Nikola Tesla en los rasgos de David Bowie, el
auténtico protagonista de El truco final.
(1).
Electricidad y magia, electricidad y vida, electricidad y
cine. De esta triple combinación nace el Frankenstein,
de James Whale, realizado en 1931.
La electricidad como creadora de vida. La novela gótico/ fantástica de Mary
Shelley, publicada en 1818, se convirtió en la película de Whale en un relato
donde la electricidad era el motor de la creación de la vida. El doctor
Frankenstein de alguna manera era una mezcla franksteniana de Edison y Tesla
con el creador retador de Dios de la novela original.
Apagones
y peligros
La electricidad, la
luz, el magnetismo, todo se vivía como un avance, como una mirada al futuro que
iba a solucionar los problemas del mundo. Pero llegó la segunda guerra mundial,
llegó la bomba atómica, y llegó el miedo. Y el cine lo reflejó en las muchas
películas de ciencia ficción que en los años cincuenta llenaron las pantallas y
la imaginación. De todas esas películas, una me interesa en particular por su
relación con el tema de la luz: Ultimátum
a la tierra, de Robert Wise, 1951. El mundo está enfrentado en una carrera
hacia la destrucción cuando aterriza en la Tierra una nave espacial. De ella sale
un extraterrestre llamado Klaatu. Trae una advertencia: o los humanos deciden
dejar de jugar con el planeta o se producirá… un apagón mundial. La Tierra se
quedará sin luz, volverá a las tinieblas del pasado. Lo interesante aquí es que
la amenaza sea la de dejar a la humanidad a oscuras. Prueba mas que evidente de
que la luz es ya un elemento fundamental para la existencia.
De apagones y sus consecuencias si que hay mucha
filmografía. Tan solo voy a recordar aquí algunos títulos: Blackout, de Eddie Matalon, 1978, que cuenta el gran apagón de
Nueva York sucedido el 13 de julio de 1977. Ese mismo espacio y tiempo se
recrea en un episodio de una de las mas recientes series, The Get Down. No era el primer gran apagón de la ciudad que ya
sufrió un misterioso blackout en
1965. Y aun tendría que vivir un nuevo fin del mundo en agosto del 2003. Sin
luz no hay civilización. Es evidente y por si no nos lo creíamos, la serie
producida por J.J. Abrams en el 2012, Revolution,
lo deja muy claro. El hombre, sus inventos y su soberbia, le lleva a provocar
un apagón mundial. Se acabó la luz, se acabó la electricidad, se acabó la
civilización. Hay que empezar de nuevo, de cero. Hacer la revolución. Y lo
primero que hay que hacer, es poner en marcha de nuevo las centrales hidroeléctricas,
térmicas y nucleares.
Pero los peligros de la
energía son múltiples y muchas veces son producto de la ambición o la
ineficacia de los gobiernos. Hay ejemplos terribles en los últimos años. El
trágico accidente en la planta de energía atómica de Chernóbil en Ucrania el 26
de abril de 1986 queda recogido en La
Zona (regreso a Chernóbil) 2006,
un estremecedor documental de Carlos
Rodríguez o en Land of Oblivion,
de Michale Boganim, 2011, una de las pocas ficciones que hay sobre el espantoso accidente de Chernóbil.
La segunda gran catástrofe natural/nuclear, el terremoto y el posterior tsunami
que destruyó la central nuclear japonesa de Fukushima el 11 de marzo del 2011,
todavía no ha generado ninguna película importante. Está demasiado cerca como
para que se pueda hablar de ella sin miedo. Sí hay una película japonesa del
2014, Ieji/, Camino a casa, de Nao Kubota, que no ha llegado a estrenarse fuera
de Japón. Pero si no hay películas directas si las hay indirectas. El renacer
del monstruo Godzilla en recientes entregas post Fukushima, está claramente
relacionado con el miedo generado por el accidente. Y mas cerca, en nuestro
propio país, la serie de Movistar La zona,
dirigida por los hermanos Sánchez Cabezudo, traslada a Asturias un accidente
muy parecido al de la central japonesa. También en Asturias se sitúa el film Cenizas del cielo, de José Antonio Quirós, 2008, que denuncia los
peligros ambientales, naturales y sociales de vivir en la cercanía de una
central térmica que está llegando al final de sus días.
La
energía es vida
Volvamos a lo positivo,
volvamos a la energía y a la vida. Volvamos a disfrutar del progreso con una
película experimental y documental, un film musical y eléctrico. Berlín, sinfonía de una ciudad, de Walter
Ruttman, rodada en 1927. Un día en la vida de la gran ciudad que en plena
República de Weimar vive y se agita de la mañana a la noche con un ritmo
frenético: máquinas, trenes, metros, tranvías, ascensores, luces, luces y luces
por todas partes. La electricidad es la savia de esta urbe que empieza a
superar una guerra mientras se prepara para otra.
Y por fin llegamos a la pregunta fundamental, la que ha
puesto en marcha este texto: ¿de dónde viene la electricidad? De las centrales
nucleares, de las centrales térmicas, de las centrales hidroeléctricas. Es
decir, de los pantanos. Sin ellos no se podría abastecer a las grandes ciudades
de los kilowatios que necesita para iluminarse. Son imprescindibles, son
necesarios. Pero no tienen buena prensa. En los primero años del siglo XXI, ha
surgido un nuevo ecoterrorismo que promulga acabar con la electricidad. Night Moves, de Kelly Reichardt, donde
se prepara un atentado contra una central hidroeléctrica y un pantano, es un
buen ejemplo de esta tendencia.
Los pantanos no siempre han estado mal vistos. En Wild
River, un film de 1960 de
Elia Kazan, con Montgomery Clift, la construcción de una presa se plantea como
progreso. Estamos en 1930, se va a construir una central hidroeléctrica en los
valles del Tennessee. Los habitantes se resisten a dejar sus casas. El
ingeniero jefe tiene que convencerlos de que es lo mejor para todos. Mas o
menos es la misma historia de un impresionante film soviético, Adios a Matiora de Elem Klimov, 1983. Pero aquí, la presa se presenta
como un enemigo despiadado de la tradición y la cultura. En Las
huellas borradas, Enrique Gabriel, 1999 teje una ficción
sobre el desastre del Embalse de Riaño en las montañas de León, un proyecto que
se arrastró durante más de setenta años y que concluyó en 1987, unos días antes
de que una directiva europea protegiera el medioambiente, el paisaje y la
naturaleza de abusos como este. El año pasado Laura Espinosa y Mario Santos
realizaron un documental titulado Mi
valle, donde recogen testimonios de habitantes del valle treinta años
después de su desaparición.
Por suerte en Europa hay actualmente directivas y leyes que intentan
controlar los desastres ecológicos que se perpetran en nombre de un supuesto
progreso que enmascara el más puro interés de las multinacionales que mueven y
controlan el mundo.
Pero
estas reglas europeas no rigen para el inmenso gigante asiático. China no
atiende a razones, no le importa el futuro y mucho menos el pasado. Los chinos
solo saben que hay que iluminar sus inmensos hormigueros humanos y si para eso
tienen que alterar el equilibrio del planeta, lo alteran. La construcción de la
planta hidroeléctrica de las Tres Gargantas en el rio Yang Tse, es la prueba.
Proyecto estrella del Gran Timonel Mao Tse Tung, no comenzó a trabajarse en
ella hasta el año 1994. Diecisiete años después, se terminaba de construir: dos
millones de personas tuvieron que ser realojadas, se destruyeron vestigios
arqueológicos de hace 3000 años, se anegaron 19 ciudades y 322 pueblos. Una
superficie de 630 km2 quedó completamente bajo las aguas. De todo esto habla el
impresionante film Naturaleza muerta, de Jia Zhang ke, rodado en el año 2006 en los
escenarios naturales y brutales de la destrucción de las ciudades que iban a desaparecer.
Dos historias paralelas se desarrollan en el film, por un lado un hombre que
busca a su mujer y a su hija; por otro lado una joven que busca a su marido. El
espacio es el de la ruina y la demolición, la naturaleza muerta de los márgenes
del rio en las cercanías de la construcción de la gran presa. Cine de imágenes,
de documentos visuales que engarzados en
un montaje dan sentido a una historia. Naturaleza
muerta es un testimonio de lo que ya no existe. Una prueba de los no
lugares que salen volando al espacio como ovnis involuntarios. Realidad y
ficción, historias simples, gentes sencillas. Y un mundo en transformación.
(1)
Copio
aquí lo que dice la Wikipedia sobre Nikola Tesla. Ya sé que no es muy
científico, pero no soy una experta en electricidad, así que me fio de lo que
allí se dice: “Nikola Tesla,
Croacia 1856, Nueva York, 1943, fue un inventor, ingeniero mecánico, ingeniero eléctrico y físico de
origen serbio.
Se le conoce sobre todo por sus numerosas invenciones en el campo
del electromagnetismo, desarrolladas a finales del
siglo XIX y principios del siglo XX. Las patentes de Tesla y su trabajo teórico
ayudaron a forjar las bases de los sistemas modernos para el uso de la energía eléctrica por corriente alterna (CA), incluyendo el sistema polifásico de distribución eléctrica y
el motor de corriente
alterna, que
contribuyeron al surgimiento de la Segunda Revolución
Industrial. En
1882 ingresó en la Continental Edison Company en Francia para diseñar y mejorar
equipos eléctricos. En junio de 1884, se trasladó a la ciudad de Nueva York
donde fue contratado por Thomas A. Edison para trabajar en Edison Machine
Works.”
Películas citadas
Young
Tom Edison/El joven Edison, Norman Taurog, 1940
Edison: The Man/Edison el
hombre, Clarence
Brown, 1940
The Wizard of
Evergreen Terrace,
episodio 3, temporada 10 de los Simpson, 1998
The Prestige/El truco final, Christopher Nolan, 2006
Frankenstein, James Whale, 1931
The Day the Earth Stood
Still/Ultimátum a la tierra, Robert Wise, 1951
Blackout, Eddie Matalon, 1978,
The Get Down, episodio 3, temporada 1, 2016.
Revolution,
JJ. Abrams, 2012
La Zona (o La Zona (regreso a Chernóbil) Carlos
Rodríguez, 2006
Land of Oblivion, Michale Boganim, 2011
Ieji,
Camino a casa, de Nao Kubota, 2014
Cenizas
del cielo, José Antonio Quirós, 2008
Berlín:
Die Sinfonie der Grosstadt/Berlín, sinfonía de una ciudad,
Walter Ruttman, 1927
Night Moves, Kelly Reichardt, 2013
Wild River, Elia Kazan, 1960
Adios a Matiora, Elem
Klimov, 1983
Las
huellas borradas, Enrique Gabriel, 1999
Mi
valle, documental de Laura Espinosa y Mario Santos, 2016
Naturaleza muerta, Jia Zhang ke, 2006
.
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