domingo, 21 de noviembre de 2010

EL GRAN SECRETO DE LEON TOLSTOI

El nombre de Leon Tolstoi se asocia inmediatamente con dos de las grandes novelas de la literatura universal, Guerra y paz y Anna Karenina. Sólo por eso el escritor ruso ya merecería estar en el círculo de los escogidos. Pero cuando uno empieza a bucear en su biografía se descubre un hombre mucho más complejo que vivió una larga vida intentando encontrar un imposible camino hacia la perfección.

Tolstoi es una montaña. Esta afirmación no es gratuita. Como las montañas, Tolstoi es un punto de referencia que permite orientarse a los viajeros de la escritura y el pensamiento. Como las montañas su obra se ha ido haciendo a base de sedimentos que se sumaban uno sobre otro hasta alcanzar algunas cimas poderosas o caer en precipicios inexpugnables. Incluso su figura iba adquiriendo con los años las dimensiones de una montaña sólida en apariencia, llena de cuevas y galerías en su interior.

El gran secreto
Leon Tolstoi nació el 28 de agosto de 1828 (9 de septiembre de nuestro calendario) en el seno de una familia de ricos terratenientes rusos que ostentaban el título de Condes desde que Pedro el Grande se lo otorgó a principios del siglo XVIII. La gran hacienda familiar estaba en la provincia de Tula, en Yasnaya Polyana, a 200 km al sur de Moscú. Fue el cuarto de cinco hermanos: Nikolai, Sergei y Dimitri eran sus hermanos mayores, Marya, su hermana pequeña. Tenía dos años cuando su madre murió y una tía pasó a ocuparse de ellos. De esta época en el campo de Yasnaya Polyana le quedó un recuerdo imborrable hasta el momento de su muerte. Cuando tenía siete años, su hermano Nikolai, al que adoraba y admiraba, les contó una historia: había escrito el secreto de cómo conseguir la felicidad para todos los hombres en un palito de color verde y lo había escondido en un lugar del bosque de Zakaz. Desde entonces, Tolstoi nunca dejó de buscar ese secreto y cuando estaba a punto de morir, pidió que le enterraran precisamente donde se suponía que su hermano había escondido el misterioso palito verde.
A los nueve años su padre murió asesinado durante un viaje. Los niños, huérfanos de padre y madre se fueron a vivir a casa de su abuela y sus tías. Pero su abuela murió poco después. La idea de la muerte se hizo presente en la imaginación del pequeño que de pronto descubrió que lo más importante era vivir el presente. Durante tres días dejó de estudiar, se dedicó a leer novelas y a comerse todo el jengibre que pudo comprar con su último kopeck. Después aceptó que la vida debía seguir adelante. A los 15 años sus hermanos le llevaron por primera vez a un burdel. Fue una experiencia que dejó una profunda huella en él, lo cual no le impidió seguir frecuentando a las prostitutas con el resultado de contraer una enfermedad venérea de la que no le quedaron secuelas.

Un joven aristócrata
En 1844 entra en la Universidad de Kazan donde estudia Lenguas Orientales y Derecho. Pero Tolstoi es un pobre estudiante al que no le gusta ni la disciplina ni las materias que tiene que aprender. Tres años después abandona la Universidad sin obtener la graduación y se marcha a Moscú donde se apasiona por el juego. En esa época el joven León estaba convencido de que era un hombre feo. Las pocas imágenes que hay de él en ese tiempo desmienten esa idea. Sus ojos marrones oscuros y su amplia nariz, que tanto le acomplejaba, nos muestran un hombre apuesto. Quizás para combatir la enorme timidez que le embargaba cuando se mezclaba con la sociedad Tolstoi se dedica durante cuatro años a beber, jugar y llevar una vida realmente muy poco virtuosa entre los salones de Moscú y San Petersburgo. Fue en estos años cuando empezó a escribir un diario, practica que no abandonaría nunca, y es también en estos años cuando se empapa de lecturas: Gogol, Rousseau, Sterne, Dickens, Platon, Stendhal, Pushkin.
A los 24 años se enrola como voluntario junto con su hermano Nikolai y participa en la Guerra del Cáucaso y en el sitio de Sebastopol, en Crimea. En 1853 abandona el ejército. Ha comenzado a escribir una especie de memorias autobiográficas en las que recoge muchas de las experiencias de su infancia y juventud aplicándolas a un yo que nada tiene que ver con él mismo. Infancia aparece en 1852, Adolescencia en 1854 y Juventud en 1856. Ese mismo año muere su hermano Dimitri y él decide volver a Yasnaya Polyana a vivir. Empieza a manifestar las primeras ideas progresistas o en todo caso diferentes, al construir una escuela para los niños del pueblo e intentar liberar a sus siervos entregándoles la tierra que los campesinos se niegan a aceptar. En los últimos años de su aprendizaje viaja por Europa donde conoce escritores y hombres de la cultura y descubre teorías pedagógicas que más tarde aplicará en su propia escuela.

Vida de escritor
En 1862 se casa con Sofia Andreievna Bers, una joven culta de una rica familia moscovita, y se instala definitivamente en Yasnaya Polyana. Durante quince años vivirán una etapa de creatividad y felicidad fruto de la cual fueron trece hijos y las dos enormes novelas que le convertirían en un escritor universal. Antes de enfrascarse en la escritura de Guerra y paz publica algunos relatos cortos agrupados en el libro Cuentos de Sebastopol (1863) y Los cosacos (1863) con los que cierra la primera parte de su carrera, la dedicada a las obras autobiográficas.
Coincidiendo con el nacimiento de su primer hijo empieza a escribir Guerra y paz. En los seis años que invierte en acabar esta magna obra nacen tres hijos más. Mientras los niños crecen, él escribe sin cesar creando esta aventura que es mas que una novela, es una epopeya que abarca 8 años de la más convulsa historia de Rusia, los que van de 1805 a 1812, cuando Napoleón dominaba el mundo y pretendía conquistar las estepas rusas donde una aristocracia afrancesada y culta no estaba dispuesta a dejarse avasallar. A través de la crónica de dos familias aristocráticas, los Bolkonski y los Rostov, una familia de arribistas, los Kuragin y un joven diletante, Piotr Bezukhoy que es en realidad la voz y los ojos del propio escritor, Tolstoi construye una historia en la que se mezclan 580 personajes históricos y ficticios que desfilan por las páginas de esta obra que ha entusiasmado a los lectores a través de generaciones. Como ejemplo podemos citar las palabras de King Vidor cuando preparaba el rodaje de Guerra y paz: “Desde que la leí por primera vez, cualquier otra obra de ficción sufría de la comparación. Tengo este libro entre los tesoros de mi vida. Es uno de los libros que han marcado mi evolución espiritual”.
En esa época Tolstoi ya es un hombre respetado. Un cuadro pintado en esos años nos deja ver un rostro sereno, con una poblada barba castaña y ojos penetrantes. En 1873 poco después de la muerte de su cuarto hijo, empieza a escribir Anna Karenina con la intención de trazar el retrato de una mujer adúltera a la que no juzga sino compadece. La inspiración para la obra se la sugiere la triste aventura de un vecino suyo cuya amante se suicidó tirándose a las vías del tren. Anna Karenina cuenta la historia de tres matrimonios muy distintos: el de Anna y Aleksei Aleksandrovich Karenin, el de Stephan Arkadich Oblonski y su esposa Dolly y el de Konstantin Dimitri Lyovin y su mujer Kitty. Novela abierta en el más moderno sentido del término, Anna Karenina es una especie de vidas cruzadas en las que los tres matrimonios se entremezclan a partir de la primera frase de la novela en la que queda definido el marco: “Todas las familias felices se parecen; cada familia infeliz es infeliz a su modo”. Tolstoi termina de escribir Anna Karenina en 1877 coincidiendo con el nacimiento de su sexto hijo.

La conversión
Durante la escritura de Anna Karenina, Tosltoi empieza a sentir las preocupaciones de tipo espiritual que iban a convertirse en una obsesión cuando cumplió 50 años. Las dudas de pensamiento que vive se traducen en una profunda crisis religiosa que le lleva a pensar en el suicidio y finalmente a volcarse en el cristianismo primitivo fijándose como línea de conducta las enseñanzas que se derivan del Sermón de la Montaña. Entre 1879 y 1886 escribe la mayor parte de lo que se consideran sus obras morales inauguradas con Una confesión. Las relaciones con su esposa, que hasta entonces habían sido excelentes, empiezan a enturbiarse cuando ella se niega a seguirle en la vía del cristianismo, pero sobre todo se complican notablemente a partir de 1883 con la llegada a la casa de Vladimir Chertkov que será a partir de entonces el secretario personal del escritor y un encarnizado enemigo de Sonya. En los años 80 aún nacerán tres de sus hijos antes de que en 1888 decida renunciar a todo tipo de relaciones sexuales.
Tolstoi escribe sin parar panfletos y libros de doctrina que acentúan cada vez mas sus diferencias con la Iglesia Ortodoxa y con el Estado. Poco a poco va configurando un pensamiento social basado en el rechazo de la violencia, la vuelta a una vida campesina, la preconización del amor y la comprensión, combinado con una moral puritana y un ansia de martirio y de renuncia. Aunque consideraba la literatura algo abominable y rechazaba totalmente como indigna la obra anterior a su conversión, nunca pudo sustraerse al placer de escribir y pasados los primeros años de fe religiosa volvió a la narrativa escribiendo entre 1890 y 1904 algunos de sus más hermosos libros: La sonata Kreutzer , La muerte de Iván Ilytch, su tercera gran novela Resurrección o el relato corto Hadzij Murat.
La enorme influencia de su figura y sus ideas hicieron de Yasnaia Polyana un lugar de peregrinación constante. Tolstoi se convirtió en una amenaza para la Iglesia Ortodoxa que en 1901 decidió excomulgarle y aunque el zar nunca se atrevió a perseguirle si que eran encarcelados los que se proclamaban seguidores de sus peligrosas ideas en las que hacía responsable al estado y las instituciones políticas de todos los males del hombre y acusaba a los funcionarios y militares de ser unos parásitos. Su deseo de no poseer nada propio, junto con su devoción hacia el campesinado y la vida sencilla en contacto directo con la naturaleza, le llevaron a renunciar a todos sus derechos de autor en 1891. Sonya y sus hijos mayores consiguieron salvar alguna cosa al quedarse con los derechos de autor de las obras publicadas antes de 1880, pero la situación se hacía cada vez más insostenible, especialmente cuando el escritor, que tenía el aspecto de un profeta bíblico, con una larga barba blanca dividida en dos puntas y vestido con una simple camisa campesina, intentó que toda la familia renunciara como él al tabaco, al alcohol y se hicieran vegetarianos.
En 1897 Tolstoi escribe la que sería su más importante obra teórica ¿Qué es el arte? donde arremetía duramente contra escritores y artistas como Dante, Beethoven, Miguel Ángel y sobre todo Shakespeare al que consideraba el peor de todos. Para él, el artista debía ser solamente una corriente de transmisión de las ideas sublimes otorgadas por Dios. Su sueño apocalíptico se iba concretando en una especie de racionalismo espiritual, una doctrina de la no violencia y la resistencia pasiva que encontró pronto interlocutores y seguidores de gran prestigio. Uno de ellos fue el joven Gandhi, con el que mantuvo una interesante correspondencia. Otro personaje importante fue Máximo Gorki quien le visitó en Crimea en 1901 donde Tolstoi se reponía de una grave enfermedad y él mismo estaba confinado por orden del zar. A raíz de esa visita Gorki escribió un interesante libro titulado Recuerdos de Tolstoi publicado en 1921.

Muerte de un profeta
En los primeros años del siglo XX Tolstoi no dejó de escribir pero centró su interés casi exclusivo en la composición de un libro que tuvo varias versiones y distintas ediciones. Se trata del Calendario de la sabiduría en el que recogía un pensamiento sabio para cada día del año con el fin de “compilar la sabiduría de los siglos en un solo libro”. Entre 1902 y 1910 no dejó de rescribir este libro magno que acabó siendo su única lectura y su única obsesión. Un libro que le sirvió de apoyo en sus últimos años y del que extrajo la fuerza para protagonizar su última aventura. Cansado de soportar el chantaje de una vida familiar que detestaba, una noche de noviembre escapó de su casa acompañado de su hija menor y de su secretario en una escena que recordaba a su pesar la de uno de los dramas de Shakespeare que más detestaba, El rey Lear. Enfermo y cansado, acabó sus días en una pequeña estación de tren en Astapovo donde murió el 7 de noviembre de 1910 (20 de noviembre de nuestro calendario). Curiosamente, el pensamiento dominante correspondiente a ese día en el Calendario de la sabiduría dice: “Formulamos la pregunta equivocada al decir ¿qué pasará después de la muerte? Cuando hablamos del futuro, hablamos de tiempo, pero cuando morimos dejamos el tiempo atrás”.
Tolstoi dejó su tiempo atrás, pero su obra literaria permanece aunque su obra social y religiosa ha quedado completamente olvidada tal como anunciaba proféticamente un artículo publicado en La Vanguardia el 3 de diciembre de 1910, firmado por Andrenio, en el que se decía: “Dentro de cincuenta o cien años se recordará de Tolstoi la pintura mural histórica de Guerra y paz, en que ya apunta el espíritu panteísta y místico del autor entre la agitación y el estruendo de las batallas de Napoleón; el conmovedor e intenso humanitarismo de Resurrección, la misteriosa aversión al amor mundano de La sonata Kreutzer, donde el amor y la muerte se dan su enigmático abrazo, pero muy pocos pararán la atención, ni tampoco sabrán, que Tolstoi fue un reformador o un predicador de religión y de política social y religiosa.”


¿Fue Tolstoi el primer hippie de la historia?
No a la guerra. No a la violencia. Paz y amor entre todos los seres humanos. No a los estados ni a los gobiernos. Si a la vida en pequeñas comunidades unidas a la tierra donde nadie ejerza el poder y donde todo el mundo sea autosuficiente. Que cada uno se construya su casa, confeccione sus ropas y cultive su tierra. Renunciar a las riquezas. Mantener el amor a los demás por encima de todo. Estos son los principales rasgos de la ideología y la religión propugnada por Tolstoi en la que se mezclan el evangelio, las teorías de los utópicos y las corrientes místicas de distintas sectas del siglo XIX, como la de los molochany y los duchobory a los que ayudó a emigrar a Canadá con los derechos de autor de su novela Resurrección. No es difícil reconocer en estos postulados algunas de los elementos que definieron el movimiento hippie de los años 60 que sin saberlo se podrían calificar de Tolstoianos en cierto modo. Claro que donde ambos pensamientos difieren es en algunos conceptos morales. Tolstoi era un puritano, un moralista riguroso, un misógino convencido y por encima de todo era, tras su conversión, un hombre profundamente religioso. Cosa que los hippies no eran.

Los mejores guiones
Es evidente que el cine nunca llegó a preocupar a Tolstoi. Pero en cambio el cine si se ha preocupado de Tolstoi. Su entierro fue una de las primeras cosas que grabaron las cámaras de los noticiarios rusos y sus cuentos y novelas sirvieron de inspiración a los cineastas en los primeros años del cine mudo. Resurrección, Anna Karenina y La sonata Kreutzer tuvieron distintas versiones en la Rusia pre y post revolucionaria. También la Alemania nazi se ocupó de su obra en distintas ocasiones. Pero la primera gran película basada en una obra suya, o al menos la primera famosa en el mundo entero, fue Anna Karenina de Clarence Brown, protagonizada por Greta Garbo, Fredric March y Basil Rathbone en 1935. A pesar de que se eliminó toda referencia al hijo ilegítimo de Anna, y se hacía aparecer el amor adúltero de Anna y Vronski como algo malvado, la película de Clarence Brown, uno de los títulos claves del cine romántico, sigue siendo una de las mejores de las doce adaptaciones que se han hecho hasta ahora de Anna Karenina. La otra gran novela de Tolstoi, Guerra y paz, ha tenido varias versiones pero tan solo dos son auténticamente memorables. La que dirigió King Vidor en 1955 con Audrey Hepburn en el papel de Natasha y Henry Fonda en el de Piotr Bezukhoy y la que realizó el ruso Sergei Bondartchuk en 1964 en los mismos paisajes y palacios que describía Tolstoi en su libro.
Entre los demás libros de Tolstoi adaptados al cine destacan dos películas muy distintas. San Michele aveva un gallo, (1972) de los Hermanos Taviani, basado en el relato De lo divino y lo humano y L’argent (1983), inspirado en el relato corto El falso billete dirigida por Robert Bresson que decía de ella: “Hay novelas cortas de Tolstoi muy bellas. Esta me ha dado más que un punto de partida: la idea de una propagación vertiginosa del Mal y el surgimiento final del Bien.” (¿Qué leer?, 2008)

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